La suma de todos los males

El-adios-de-Águila

Lo que parecía prometedor, terminó siendo una ilusión, una utopía y un nuevo sueño roto, para la afición y para la institución.

Aún cuesta digerirlo, pues el equipo, diseñado para ser campeón terminó cayendo en semifinales de una fea forma, sin ofrecer la mejor cara, ni la luchadora y por momentos quizá sin convicción propia.

Águila pasó de la gloria a la pena en cuestión de jornadas. Tras un inicio ilusorio, mostrándose como un equipo fuerte y sólido en todas sus líneas, los dirigidos por Correia perdieron empuje, perdieron garra y se encajonaron en un vaivén de irregularidad, perdiendo puntos clave en el camino hasta terminar en el segundo lugar de la tabla general, lo que le daba ciertamente, una enorme ventaja deportiva de cara a los octavos de final y consecuentemente, también en la final.

Para muchos, este torneo era el que daría la corona 16, y es que hombre por hombre y por nómina, el negronaranja daba luces de ser superior, de no tener rival y de estar un paso por encima del resto de plantillas del ruedo nacional. Pero esto solamente fue un espejismo que nosotros como aficionados quisimos ver y olvidamos por un momento, que hace no muchos años, el equipo también estuvo lleno de “estrellas” pero terminaron sucumbiendo y saliendo cada uno por su lado y con las manos vacías.

Correia tuvo en sus manos una plantilla para ser campeón, esta, seguramente habrá sido su última oportunidad en el banquillo naranja, al menos mientras esta directiva u otra afín estén al mando, y es que muchas de sus declaraciones invitaban más al pesimismo que a la esperanza, en el que daba muchas luces de su incertidumbre como timonel aguilucho.

La serie ante Pasaquina dejó más dudas que respuestas y ante Alianza en semifinales, se terminó de confirmar lo que nadie quería que sucediera.

La eliminación a manos del conjunto albo fue la suma de todas las desgracias para Águila. Con enormes baches de juego, con la confianza cero de clasificar y con peores y ningunas ganas de querer jugar la final, al menos desde afuera la sensación era derrotista.

Un equipo que no propone y que especula con el resultado lo que menos merece es la victoria, y peor aún, un sitio en la final. Águila fue eso, una sombra de lo mostrado en el torneo, el segundo lugar le pesó enormemente y terminó despidiéndose de forma abrupta, y con demasiados agujeros en el piso cubiertos con arena para tapar el derrumbe que estaba más cerca que lejos.

Ni Correia tuvo el temple para poner un equipo ofensivo, ni mucho menos tuvo el descaro de estudiar a su rival, cosa que sí hizo Alonso con el equipo albo. La pizarra táctica la ganó el uruguayo en los dos partidos, y es que, Eraldo nunca encontró la vuelta al acertijo que le planteó el técnico blanco, se lo comió vivo en ambos encuentros y el brasileño estaba más perdido y sin respuesta alguna. El equipo lo resintió y bajó los brazos en los momentos impensados.

La media cancha de Águila no apareció, los delanteros demasiado estáticos, y en el peor de los casos, ni siquiera la defensa, uno de los bastiones del negronaranja en el torneo, también flaqueó de piernas en los momentos menos indicados.

Error tras error, Águila recibió tres puñaladas de Alianza, una tras otra, a las cuales no le encontró respuesta. Eraldo tenía una espada empuñada y prefirió usar el escudo, especuló con el resultado y con la ventaja deportiva y se quedó con las manos vacías.

Creo que Correia tampoco es el culpable de todos los males, finalmente, los técnicos juegan un 10% en un encuentro, el 90% restante es obra de los que corren adentro del campo.

Águila cayó y se despidió de la final, esa que para muchos hubiese significado la 16, la que se sigue negando desde que se ganó en el 2012.

Ahora se avecinan tiempos de cambio en Águila, y ojalá sea para bien. La afición la siguen teniendo, pero falta lo importante, un equipo conjurado en ganar.

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Post Author: JoseMa@Díaz

Bloguero y enamorado del fútbol.